La empatía es la capacidad de situarse en la emoción que experimenta la otra persona, sentir lo que ella siente, es un valor y una competencia que favorece el contagio emocional (que puede ser positivo o negativo). Por ello, es importante educar a los niños en autonomía emocional, clave para gestionar sus propias emociones y no depender de terceras personas en este aspecto.
La empatía no significa pensar igual o estar de acuerdo con el otro. Lo que significa es que comprendemos su estado emocional y somos capaces de ponernos en su lugar; es comprensión, no justificación.
La empatía tiene un fundamento neurológico. Numerosas investigaciones con neuroimagen han demostrado la existencia de sistemas de neuronas que se activan, tanto cuando se ejecuta una acción, como cuando se observa cómo la ejecuta otra persona, que se denominan las neuronas espejo. La comprensión del significado de las acciones y emociones ajenas sería la función principal de las neuronas espejo (Rizzolatti y Sinigaglia, 2006).
Cuando vemos a alguien que expresa miedo, ira, tristeza, etc., comprendemos su estado emocional porque se activan nuestras neuronas espejo. Esto nos lleva a ponernos en su lugar y experimentar nosotros mismos un estado emocional similar.
Tipos de empatía
Se puede distinguir entre empatía emocional y cognitiva. La empatía emocional nos lleva a escuchar a la otra persona para comprender lo que le pasa. La empatía cognitiva nos lleva a querer solucionar su problema.
La primera está más presente en las mujeres, mientras que la segunda es más propia de los hombres. La empatía requiere en primer lugar capacidad de escucha. Las personas a veces solamente necesitan ser escuchadas y sentirse comprendidas, no que les solucionen los problemas. Esto es particularmente importante en los niños. Muchas veces necesitan más sentirse comprendidos por sus padres en sus preocupaciones, que no ver resueltos sus problemas por ellos.
La capacidad de escuchar y ponerse en la emoción del niño es muy importante. No hay que precipitarse en dar soluciones. Es preferible que el niño las encuentre por sí mismo y esto resulta más fácil cuando se siente comprendido.
El contagio emocional automático o intencionado
Imaginemos una sala con bebés recién nacidos. Todos están tranquilos, pero si alguno se pone a llorar, es probable que en poco tiempo otros le acompañen en el llanto. Se produce una especie de contagio emocional, que se puede atribuir a las neuronas espejo que activan la respuesta empática.
El contagio emocional es un fenómeno intragrupal, en el cual todo el grupo o una parte importante de él experimenta la misma emoción; es la transmisión directa de una emoción de una persona a otra.
El contagio automático se produce de forma inconsciente, sin esfuerzo ni intención de provocarlo. El contagio controlado se provoca conscientemente, con intención y esfuerzo. Ejemplo de este es la “risa de canal”, efecto provocado por poner un fondo sonoro de risas durante la emisión de un programa televisivo de humor, cuyo objetivo es inducir la risa en el espectador.
Todos podemos experimentar y contribuir con el contagio emocional. Y lo curioso es que esto se produce, en general, de forma bastante inconsciente. Puede ser el contagio de alegría compartida, humor, altruismo, amor, compasión, etc.; pero también se pueden generar climas emocionales tóxicos, auténticos contagios, en los cuales nadie se atreve a opinar de forma diferente por miedo al rechazo o a ser víctima de la violencia del grupo, lo que puede inducir a comportamientos de riesgo, tales como el vandalismo. Esto nos lleva a la importancia de la autonomía emocional.
El contagio emocional está influido por el tipo de vínculos interpersonales y por el poder. Es más probable que nos sintamos contagiados por las emociones de personas con las cuales mantenemos unos vínculos afectivos próximos y satisfactorios.
Respecto al poder, la persona que se percibe como superior en una relación es la que tiende a contagiar a los demás, en parte porque se percibe que aquella tiene recursos para hacer que nuestras vidas sean mejores o peores. Se crea una cierta dependencia emocional entre unas personas respecto de otras. De esto se deriva la importancia de la conciencia emocional, que es uno de los aspectos esenciales de las competencias emocionales.
La conciencia emocional: la primera competencia emocional
La empatía es un valor que conviene potenciar y educar, pero en ciertas situaciones un exceso de empatía nos puede hacer vulnerables. Es el caso de un médico de urgencias que tiene que atender un accidente. El impacto emocional que le provocan las heridas podría disminuir su eficacia profesional. Por esto es importante que la sensibilidad de la empatía no nos haga vulnerables. Hay que tener sensibilidad con invulnerabilidad.
Ejemplos excelentes de sensibilidad con invulnerabilidad son las experiencias de los payasos en los hospitales. Estas acciones tienen por objetivo que los niños hospitalizados superen el miedo a la enfermedad y al hospital a través de experiencias de juego, ilusión y risa. Es un cambio emocional contagioso que puede influir significativamente en el desarrollo de la enfermedad.
Dado que el contagio emocional es bidireccional, no solamente tenemos que pensar y decidir sobre las emociones de las cuales nos vamos a dejar contagiar y cuáles no, sino también ¿qué emociones nos proponemos contagiar en nuestro entorno? ¿Ira, odio, ansiedad, angustia, tristeza y contribuir al malestar? ¿O más bien emociones positivas como alegría, humor, respeto, agradecimiento, bienestar?
La autonomía emocional, clave para saber gestionar las propias emociones
La autonomía emocional es la capacidad de no afectarse seriamente por los estímulos del entorno, lo cual requiere de una sana autoestima, autoconfianza, percepción de autoeficacia, automotivación y responsabilidad.
Un objetivo educativo que se deriva del contagio emocional es formar personas con autonomía emocional, de tal forma que tengan competencias para dejarse contagiar de emociones adaptativas (solidaridad, amor, gratitud, alegría, etc.) y no dejarse contagiar de emociones tóxicas (ira, ansiedad, tristeza, desaliento, pánico, violencia, etc.).
La autonomía emocional se sitúa en un punto de equilibrio equidistante entre la dependencia emocional y la desvinculación afectiva. Estaría en la zona de vinculación, pero vinculación saludable y es un aspecto importante para el bienestar emocional. Cuando se tiene autonomía emocional, uno vive de acuerdo con su “teoría personal sobre las emociones” y manifiesta autoeficacia emocional en consonancia con los propios valores morales. Por ejemplo, cuando alguien nos ofende o provoca, tenemos la predisposición a otorgarle a esa persona el poder para que sea quien decida cuál va a ser nuestro estado emocional. Tenemos una predisposición a responder de manera reactiva, así que debemos tener cuidado en la regulación emocional.
La dependencia emocional, una necesidad afectiva que hay que reducir a medida que crecemos
Dependencia significa estar subordinado a otra persona, estar sometido a la voluntad del otro. En la infancia hay una total dependencia emocional debido a que el niño necesita del adulto para cubrir sus necesidades. A esto se le denomina apego. A medida que se llega a la adolescencia se debería ir avanzando hacia una progresiva autonomía.
La persona emocionalmente dependiente necesita de los demás para construir su propia personalidad, su autoconcepto, su bienestar emocional, y, por tanto, para gestionar su propia felicidad. La búsqueda del otro, a veces obsesiva, o lo que se denomina “mantenimiento de la vinculación”, favorece la dependencia emocional. La persona emocionalmente dependiente está a merced de las emociones de los demás.
Si la dependencia emocional se caracteriza por una autoestima muy baja, una forma de prevenirla puede ser a través del desarrollo previo de la autoestima. El desarrollo de la capacidad para estar a solas consigo mismo debería ser otra competencia para tener presente.
Otro aspecto sería la educación no sexista, basada en el principio de igualdad entre los sexos, encaminada al establecimiento de relaciones de pareja equilibradas, fundadas en el principio de igualdad y autonomía emocional.
Adaptado del artículo elaborado por Rafael Bisquerra Alzina, director del Postgrado en Educación Emocional de la Universitat de Barcelona.
https://faros.hsjdbcn.org/es/articulo/pueden-hacer-familias-potenciar-empatia-autonomia-emocional